jueves, 25 de agosto de 2016

Extraños

Te extraño. Extraño tu impaciencia para dormir, y tus ganas de no despertar hasta que salga el sol. Extraño tu forma de reír, y hasta tus bromas bruscas. Extraño.

Extraño tu intermitencia, tus ganas de siempre huir. Extraño hasta tu falta de compromiso; tu forma de no tener los pies en el piso. Esa irresponsabilidad con la que nos aventuramos en el amor. Extraño.

Extraño las llamadas de 60 minutos, y los besos corridos sin contar los segundos. Extraño tu forma de dejar todo pasar; de dejar nuestro amor al azar.

Extraño que te quejes de mí, que pierdas la cabeza. Extraño que te enojes si te distraigo mientras conduces; te extraño a ti cuando se apagan las luces.

Extraño el sabor de tus besos, y el calor de tus bostezos. Extraño contar tus pestañas... Extraño saber que tú también me extrañas.

sábado, 20 de agosto de 2016

Entrega suicida

A veces uno se aferra; a su propio bienestar, a su propia razón, a sus intereses. Y otras,  la condescendencia invade nuestras decisiones, con el afán de no ser tan cruel con el otro.

Pero ¿a quién le importa? Parece que da lo mismo, parece que el egoísmo es una cotidianidad. Por más que uno quiere compartir con alguien, a veces la tolerancia no existe; nos gusta que no exista. 

El problema es cuando a uno le interesa más que al otro. El problema es cuando uno entrega más que el otro. El problema es cuando uno empieza a fijarse en esas cosas. Pero es inevitable. 

La necedad humana es parte del fracaso. La inseguridad y la forma tan obstinada de ser nunca son casualidad. Siempre habrá formas de justificarse; el problema es si alguien te lo cree. 

La entrega es un riesgo, es una decisión; casi como un suicidio a mitad del arcoíris. La entrega es un vacío y un espacio. Un poquito de todo a la vez. 

lunes, 1 de agosto de 2016

Silencios que también 'hablan'

“No me cuelgues”, responde cada vez que le sugiero que ya se deje vencer por el sueño. Inagotable fuente de emociones atrapadas en una llamada telefónica. A decir verdad, dudo que alguno de nosotros se atreva a conceptualizar la situación; pero eso no importa mientras el tiempo corre.

Más de una vez sentí que se arrepentía, pero después entendí que es parte de esa ternura involuntaria que emana con cada frase que se resbala por sus labios. Es menos cursi de lo que parece; es casi una insinuación, una invitación a encontrar formas de compartir un ratito más, de alargarnos el día.

La plática más trivial se convierte en un trato de amistad, de completa sinceridad sin apariencias. Pasamos de un tema a otro, de un momento a cualquier lugar; casi como si fuéramos saltando entre nuestros lunares, completando con silencios los espacios que para algunos parecen vacíos.

Las yemas de nuestros dedos casi pueden palparse mientras nos quedamos quietos en la distancia. Apuesto a que haríamos fricción al sostenernos de las manos. Volvemos a las películas y a las risas, a las incertidumbres y los escalofríos. Nos entendemos, y mantenemos la calma aún después de el minuto 26 de la tercera hora de nuestra llamada.

Si tuviéramos que contar ese tiempo con palabras, ni siquiera nos alcanzarían. Somos cómplices de las incongruencias intencionales y de las certezas emocionales. Me gusta poner atención en su respiración, porque esos son los verdaderos regalos de la vida, y de las personas antes de amanecer.