martes, 4 de febrero de 2020

Cansancio.

Cansancio de la voluntad. Porque ya no quiero seguir poniendo mis ganas en donde no hay motivación.

Cansancio de las intenciones. De sostener ilusiones que no me quedan bien.

Cansancio del interés. Porque nadie merece sujetarse a una cuerda roída.

Cansancio de la empatía. De ponerme en el lugar de otro, antes que en el mío.

Cansancio de la condescendencia. Porque no tengo que justificar nada que me haga daño.

Cansancio de la comprensión. De que nadie la tenga conmigo.

Cansancio de las expectativas. Porque leí mensajes en donde sólo había rayones.

Cansancio de las disculpas. De que sirvan como chantaje, de que funcionen como anclaje.

Cansancio de la ambición. Porque no hay suficiente; porque aunque lo haya, yo siempre quiero más.

Cansancio del apego. De necesitar esa compañía que se derrama por doquier.

Cansancio del insomnio. Porque nadie merece noches en vela; porque creí que tú sí.

Cansancio de la intermitencia. De esperar que hoy sí; que mañana también, que siempre.

Cansancio de la indiferencia. Porque estoy exagerando; porque te parece que necesito atención.

Cansancio de los recuerdos. De esos cimientos de arena que me hacen caer sin piedad.

Cansancio de los intentos. Porque no puedo con todo. Porque no quiero llevar todo.

Cansancio de ti. De tus falsos arrepentimientos. De tu conveniencia. De tu indecisión.

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