sábado, 4 de junio de 2016

Nudos en la garganta


¿Quién desata los nudos en la garganta? Deberían de ser considerados “héroes sin capa”; ángeles bajados de algún cielo, anclas salvadoras, y comodines a la felicidad. Algunos nudos aprietan hasta el estómago, pero otros desatan la lengua. Los motivos sobran, los escalofríos también. Hasta la mayor fortaleza se ve hundida ante esta fuerza poderosa; aunque sea por unos segundos, ese nudo es lo único que tiene poder sobre ti.

El nudo se aprieta por la incertidumbre, y ésta hiere más que las armas. La incertidumbre que se siente cuando llega una decepción aún no confirmada, pero ya percibida; ésa que te obliga a actuar desmesuradamente, que te convierte en eso que juraste nunca ser. Nada justifica las malas acciones; no, porque como sea, dañar al prójimo nunca nos hará mejores personas, nunca hará que este mundo le parezca a alguien menos miserable.

Pero entonces, llega el daño: llegan los monstruos del pensamiento, los fantasmas que generan esas dudas, esas suposiciones, esas ganas de no entender. Sin querer, sin comprender, la rabia te ata, te condena. Es el castigo divino de las emociones reprimidas, de las ganas de no ceder, de accionar la respuesta y corromper cualquier instinto que ose impedírtelo.

Poseen la ironía de desnudarte, o de atraparte en ellos. Son constantes e impertinentes; pero inevitablemente consiguen que te ocupes de ellos, y que los ocupes a ellos. Quizá desenrredarlos no sea un oficio, pero bien puede ser una habilidad, algo así como un "don"; la desesperación por hacerte fiel a sus exigencias, a sus penitencias.

De nada sirve presumir que “a ti no te ha pasado”; de nada serviría porque en el fondo quieres saber si existe alguna especie de cura. Yo tampoco lo sé; y por ello quise compartir estas letras para ti; por si al término de ellas encuentras alguna respuesta, la compartas conmigo; y si no, releamos esto en nuestras emociones, quizá eso nos ayude a sanar.


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