Es bien fácil querer ir con calma, y tropezar. Es más fácil hacerse el desconfiado, y ceder ante una ilusión. Es sencillo responder, y hasta corresponder.
La facilidad con la que las emociones nos enredan en el paracaídas y nos sueltan de pronto, es increíble. Las emociones son vuelo y precipicio; son lo que te hace confiar desde el principio.
La forma de las palabras hace que parezca que tienen contenido; hace que se sienta como si el tiempo se hubiera detenido. El intercambio emocional se convierte en un ritual satánico cuando las envolturas vuelan, y los paquetes van vacíos.
La desilusión se burla de nuestra convicción, de nuestra decisión. Las emociones son nuestra libertad y nuestra sentencia... A veces son tan sólo parte de la apariencia; y otras sólo víctimas de la evidencia.
Encuentro en ellas la marea que me hace sentir adrenalina y mantenerme expectante; encuentro en ellas la forma más fácil de desesperarme.